miércoles, 2 de diciembre de 2015

La nostálgica ida a volver de Roco

Un día Rocco se cuestionó el por qué le habían hecho pensar que el sabía todo, que podía todo y sobre todo que estaba en todo, como si fuera aire. Aire, aire, aire, una palabra tan tonta, pensaba.
Roco entendía bastante bien cosas simples, y con eso transitaba por la existencia, pero, ¿y todo lo demás?
Tenía la sensación de que eso que él sentía no era todo, cargaba una nostalgia permanente, era tanta que ya no la notaba, se hacía parte de su existencia, como cuando se ponía un perfume y a los poco minutos ya no lo olía, así era su nostalgia, la cargaba siempre. Un buen día, como casi nunca en la vida du Rocus, decidió dejar esta vaina botada, "ya no te quiero" gritó a los siete mil trescientos veinticinco aires (número máximo que alcanzó a contar mientras pensaba.) Hoy te abandono, y no es que te odie, le dijo, no es que no te desee, no es que ya no me hagas falta, es simplemente que así lo he decidido... Hubo un silencio largo, de esos bíblicos que duran centenios, o decenios, o trescenios. En fin un silencio. Y Roco partió. Roco nació, creció, se emparejó, se embarazó, se endeudó, se alegró, se peleó, se divorció, se enjuició, se arrepintió, se emborrachó, se enmozó, se deprimió, se esperanzó, se ahuevó, se remordió, se bajoneó, se alocó, se encanó, se cuestionó, se artistoideó, se buscó, se engañó, no se encontró y entonces cogió sus cuatros trapos y se volvió. Retrocedieron los centenios, lo milenios y hasta tres trescenios y quiso encontrar eso que había abandonado, pero ya nunca lo logró. Así como quien busca su unicornio azul, así busca Roco su nostalgia, esa nostalgia estúpida, inexplicable, que siempre le llevaba al mismo punto, el que le hacía partir.

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